Escribir una novela es un ejercicio de construcción y de constancia. De construcción de un mundo en el que el lector debe moverse con naturalidad, sin que se sienta incómodo ni tenga la sensación de que aquello es un decorado de cartón piedra. De constancia, porque requiere un proceso continuo de reflexión, conocimiento y trabajo. Para recrear ese mundo es necesario que el escritor lo conozca, y a ser posible que lo haya experimentado. Si no es así, porque se trate de un mundo imaginario o de otro tiempo histórico, tendrá que encontrar las claves de una sociedad, de un espacio y de un tiempo que nadie ha visto para reproducirlos con apacible sencillez y lejos de incómodas estridencias.
En días pasados he estado en Vitoria y otras localidades próximas con el objeto de documentarme para ambientar mi próxima novela. Vitoria es la tierra de Ignacio Aldecoa, un autor que llevó la idea de obtener información para escribir una novela a algún que otro extremo, en un ambicioso ejercicio por aproximar la historia narrada a la realidad vivida. Autor de la generación de los cincuenta, recorrió en compañía de Jesús Fernández Santos distintos pueblos de España como conocimiento previo para ambientar su novela El fulgor y la sangre (1954), la historia de cinco esposas de guardias civiles que viven entre lo trágico y lo grotesco la angustiosa llegada del cadáver de uno de ellos cuya identidad desconocen. Era habitual que Aldecoa se sumergiera en realidades ajenas como inspiración para su obra. Se dice que siguió al pie de la letra el consejo de Antoine Saint-Exupéry de que para ver, conviene participar. Y esta máxima la llevará a sus últimas consecuencias cuando se embarque, en el verano de 1955, como marinero en los barcos Puente Viesgo y Puente Nansa para experimentar durante varios meses las vivencias de una tripulación pesquera que faena en los caladeros del Atlántico Norte antes de escribir Gran Sol, la novela donde aborda la intensa y dura vida de esos marineros.
Inmerso como me encuentro en esta aventura de documentarme para mi novela no quisiera que me ocurriera como a Camilo José Cela en Venezuela. Cela estuvo en ese país en 1953 invitado por el dictador Marcos Pérez Jiménez. Este contrató al autor de La Colmena y La familia de Pascual Duarte para que escribiera varias novelas sobre el país que gobernaba. Cela estuvo recorriendo Venezuela durante seis meses, documentándose, hablando con indígenas y criollos, tomando notas e inspirándose en personajes. El resultado de aquella aventura literaria fue La Catira (1955), una novela de escasa entidad que narra las aventuras de la catira, la rubia Pipía Sánchez, muy tópica en el tratamiento de los temas que no contentó a nadie, ni siquiera a su valedor el dictador Pérez Jiménez, y que habida cuenta del resultado se abortó la posibilidad de escribir el resto de novelas.
En el panorama literario actual uno de los ejemplos de documentación nos lo está ofreciendo Arturo Pérez Reverte, quien a través de un blog (novelaenconstruccion.com) está compartiendo con los lectores muchos de los pasos dados en la construcción de su próxima novela, El tango de la Guardia Vieja, así como de los elementos que necesariamente le sirven de base documental para su escritura. El tema, según el autor de El maestro de esgrima y La Reina del Sur, es una historia de amor: un hombre y una mujer se encuentran en tres momentos de su vida, “salvo que se me cruce algo que lo complique más”, nos dice. Para recrear la historia acude a varios escenarios: Buenos Aires en 1928, Niza en 1937 y Sorrento en 1966, que coinciden con los tres encuentros de la pareja. Tango, espionaje, delincuencia, ajedrez, hoteles de lujo y lugares sórdidos, un viejo canalla y la mujer que pudo cambiar su vida, o que en cierto modo la cambió, es el cóctel que baraja el autor para la historia. En cada paso de construcción de la obra Pérez Reverte va señalando al lector de su blog aquella información que necesita para ambientar cada época.
Yo ya conocía los escenarios de mi historia, pero ahora he querido reconocerlos bajo el otro prisma y con otra intención: la de una historia que ya tiene sus trazos más gruesos en mi mente y que están reflejados en un puñado de páginas. No obstante, es obvio que me queda mucho trabajo por hacer.
2 comentarios:
Antonio, te deseo mucha suerte y éxito en esta nueva novela que tienes entre manos.
Iris, muchas gracias por tus deseos y tu ánimo.
Lo verdad es que escribir una novela es emprender una aventura apasionante. Y no importará el tiempo que me lleve si el resultado es una obra que despierte el interés de los lectores.
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