Aún recuerdo a mi maestro don Francisco. Le profesaba el mismo respeto y consideración que todavía pervive en mi recuerdo, aunque no he sabido nada de su vida –ni siquiera si acaso vive–. Hay vivencias que antes de olvidarse son las que nos han convertido en lo que somos, y de aquel hombre alto, grave, serio y bondadoso han perdurado, aparte de su buen hacer, su paciencia infinita, su empeño porque aprendiéramos, su interés porque nos convirtiéramos en personas integras y respetuosas.
Aunque los calendarios escolares ya lo han relegado a otras fechas más ‘racionales’, porque se impone la reducción de días festivos desperdigados a tenor de ese criterio economicista que racionaliza los calendarios, lo cierto es que hoy 27 de noviembre era el día en que celebrábamos cada año en la escuela el Día del Maestro. Lo mismo nos daba que se tratara de una festividad religiosa en honor de San José de Calasanz, lo importante es que era un día especial donde se decía al resto de la sociedad que se festejaba la noble profesión de maestro. Ahora ya no se celebra, al menos en esta fecha, ya es como si ello llevara parejo ese distanciamiento que se observa entre la sociedad y el maestro, entre la respetada figura del maestro y el trato menos atento, más desconsiderado y menos valorado que ahora se aprecia. Es evidente que se ha desvirtuado gran parte del respeto que la sociedad tiene hacia las personas que cultivan profesiones de entrega a los demás. Los maestros son más que alguien que trabaja en una escuela, que ocasionalmente atiende a nuestros hijos, que trata de enseñarles, los maestros son arquitectos de un saber y de un pensamiento, cultivadores de valores que todos deseamos para nuestros hijos, colaboradores imprescindibles en la educación de estos. No obstante, esto es lo que habitualmente no se valora. Siento pena del trato poco considerado que a veces le profesan padres y alumnos, estos reproduciendo a las pautas que observan en los primeros, a muchos maestros. Un trato que ha aumentado de modo alarmante entre las generaciones de padres que están entre la veintena y treintena de años, cuando deberían ser los que hubieran recogido los mejores valores de nuestro sistema educativo de los años ochenta y noventa. La experiencia no nos dice otra cosa.
Lamentablemente la sociedad actual exhibe con toda impunidad modelos de comportamiento donde se devalúa el gusto por el saber, el gusto por el conocimiento, el gusto por la solidaridad, el gusto por el respeto, el gusto por valorar a los que se entregan a los demás… Concluyo con unas palabras que escribía en La educación que pudo ser: “Hoy los maestros se quejan de que su profesión no tiene la consideración social que por su aportación a la sociedad debería tener. Ni sienten el respeto de la sociedad. Llevan bastante razón en esto, aunque sea un mal compartido por otras muchas profesiones… De cualquier modo, la falta de consideración y de respeto ha llegado a unas cotas que creo que deberían hacernos reflexionar a todos”.
3 comentarios:
El respeto hacia los maestros es algo que se ha perdido, y sin respeto se debilita la educación. Estoy de acuerdo con todo lo que se dice
A los que trabajais diariamente por mejorar vuestras clases dejando en ellas tiempo, esfuerzo, ilusiones... a los jóvenes que acaban de empezar con pasos vacilantes, a los experimentados que ya conocen el terreno, a los que se están preparando para tomar el relevo.... y, sobre todo, muy especialmente a los que ya lo habéis dado todo y disfrutáis ahora vuestro merecido descanso.
A todos, muchas felicidades y mi reconocimiento por vuestra labor.
Iris, me uno a tus palabras y las suscribo en su totalidad, aparte de bellas son de una enorme generosidad hacia los maestros, que se lo merecen.
Un abrazo
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