El desánimo parece un mal generalizado, algo que me produce pavor. Pero cuando el desánimo llega a la escuela, entonces el pavor se transforma en terror. No sé si producto de mis propias circunstancias de este momento, pero advierto que el desánimo entre el profesorado es como si hubiera subido otro poco más, ahora en más quilates. O tal vez no sea más que un fiel reflejo de lo que ocurre en la sociedad, cumpliendo así el axioma de que la escuela es un trasunto de la sociedad.
En estos días parece que sólo llega a mis oídos la expresión ‘abandono escolar’. La he escuchado bastantes veces. Seguro que en mis conversaciones con docentes hemos hablado de otras muchas cosas más, pero lo único que ronda por mi cabeza en este momento es que asistimos con total indolencia al abandono de la escuela de alumnos que nada más que cumplir los dieciséis años dicen que se van y que no vienen más. Pero lo peor es que me refiero, no a los que concluyen satisfactoriamente la educación obligatoria con titulación y no continúan ampliando sus estudios, sino a los que se van porque han cumplido dieciséis años, sin título ni nada.
España tiene una tasa de abandono escolar en torno al treinta por ciento, muy superior a la de cualquier país de nuestro entorno. Más allá de las razones que hace unos años tenían que ver con ganar dinero fácil ante la demanda de mano de obra (algo que ahora no se está produciendo), existen otras que tienen que ver con nosotros, los educadores; con ellos, los padres; y con el ente que nos agrupa, la sociedad. A veces tengo la impresión de que hay alumnos que parece que nos estorban en la escuela, y no le ponemos reparo a que dejen de asistir cuando la edad se lo permite sin haber terminado los estudios obligatorios. Pero, asimismo, hay padres a los que da la impresión que les estorban sus hijos en la escuela, y no tienen rubor alguno en firmar un documento, cumplidos los dieciséis años, donde expresan con rotundidad que se llevan a sus hijos de la escuela. Esto está ocurriendo en un amplio sector de alumnado generalmente de extracción social más desfavorecida o de nivel cultural muy empobrecido.
Tengo que decirlo como lo siento, pero lo digo como lo estoy viendo: hay un fracaso colectivo en este asunto. Empezando por los padres que claudican ante las demandas de los hijos o su propia desinterés (¡qué falta le hace al niño o la niña la escuela!); pasando por la propia escuela (y todos los que en ella nos movemos) que no hace lo suficiente para retenerlos; y terminando por un sistema de cobertura social que una vez cumplidos los dieciséis años ya no actúa contra los padres o las prestaciones sociales que estos perciben, el requisito que les obliga a mantener la asistencia de los hijos a la escuela.
Detrás del abandono escolar existe un trasfondo cultural que no hemos sabido combatir todavía, que está en la mentalidad de un porcentaje alto de población española. Si antes los jóvenes se salían de la escuela porque tenían al alcance de la mano un trabajo fácil, ahora lo hacen fundamentalmente (como lo hacían antes también) porque todavía existe una devaluación social del estudio muy generalizada. Y esto no lo combatimos suficientemente ni antes ni ahora.
2 comentarios:
El abandono escolar por parte de los alumnos pienso que es un reflejo de una sociedad que valora muy muy poco, la educación.Esto a veces ,desmotiva a los docentes para no hacer mucho por retener a esos alumnos que normalmente destacan por su mala disposición.
La salida de estos alumnos no es otra cosa que el fracaso de nuestro sistema educativo, que no es ni más ni menos que parte del proyecto colectivo de la sociedad.
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