En este tiempo de pesadumbre donde todo parece haberse teñido de negro, pero de un negro que oscurece voluntades, que oculta realidades obvias, donde se pretenden encubrir actitudes ignominiosas, la esperanza parece haberse debilitado tanto que es como si estuviera erradicada de nosotros mismos. Llevo tiempo en que me cuesta trabajo escribir otra cosa que no sea expresar el malestar y la rabia que me provocan los obscenos y vergonzosos acontecimientos políticos y económicos que cada día conocemos a través de pausadas y medidas informaciones de los medios de comunicación. También en este áspero y cínico panorama se dilucida el futuro de millones de jóvenes.
Acceder a una plaza de MIR, o una plaza de maestro, o a cualquier otra plaza de la Administración, es sinónimo de gran competitividad entre miles de jóvenes, de una fuerte pugna para alcanzar alguna de las pocas plazas que se ofertan. De brutal y humillante, si se me permite la expresión, es como calificaría esta lucha cuasi fratricida, que casi cabría situarla dentro de los parámetros más puristas de la teoría darwiniana del origen y la selección de las especies. Sin embargo, estas duras pruebas por la que pasan miles de cientos de jóvenes cada vez que se convoca un concurso-oposición, tras un interminable periodo de preparación y estudio que puede durar varios años, nada tiene que ver con la facilidad con que algunos jóvenes consiguen posicionarse y alcanzar puestos de remuneración en los partidos políticos sin haber demostrado ni mérito ni capacidad, tan sólo una buena relación de servidumbre con el ‘líder’ o ‘lideresa’ de turno en el partido que sea.
Aún tenemos reciente el caso de Carromero que, tras su repatriación por condena, ha encontrado su viejo ‘trabajo’ de asesor en el Partido Popular. Pero este caso no es el único, en todos los partidos políticos hay casos de estos ‘elegidos por capricho’ que, si mantienen la fidelidad a la mano que les da de comer y piensan lo que piensa su líder, tienen un futuro bastante asegurado. Aun a costa de mermar su voluntad secuestrada y de perder lo más preciado para una persona: su capacidad crítica para pensar con autonomía. De este modo, te encuentras a una pléyade de arribistas en los partidos políticos que sin haber alcanzado previamente un futuro profesional por mérito y capacidad hacen del partido su futuro profesional. Una manera de desvirtuar impunemente el valor de los partidos políticos en una democracia. Y si no, miremos lo que está pasando en los partidos de nuestro país: casos de corrupción, ineficacia en la gestión, distanciamiento con los problemas de la ciudadanía, alejamiento de la sociedad, ‘enrocamiento’ interno para negar cualquier evidencia que crean que les perjudica.
En este panorama tan lacerante es cuando cabe valorar más ese esfuerzo titánico, plagado de horas de estudio y de privaciones, que realizan miles de cientos de jóvenes para trabajarse su propio futuro con la única ayuda que le proporciona su valía personal y un continuado esfuerzo. Y yo, mientras, a la espera de que esta flagelación a que nos somete la denigrante realidad que vivimos me deje un hueco en la mente para que esa historia que arrancó hace tiempo, y que se ha empotrado en el folio 40, no se vea afectada hasta el punto de gripar el motor.
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