lunes, 6 de mayo de 2013

COMPETENCIA Y ÉXITO ESCOLAR

El currículo escolar en nuestro sistema educativo se sustenta en la formación de ocho competencias básicas. Es frecuente que se hable abiertamente, desde sectores de la política educativa y de la profesión docente, de conceptos como competencias básicas, rendición de cuentas o de éxito escolar. El concepto de competencia en educación corre el riesgo de subsistir íntimamente ligado a planteamientos economicistas, y quedar vinculado en una visión próxima al mundo de la empresa. En tal caso, al hablar de éxito escolar, ¿nos hemos preguntado qué entendemos por este constructo en educación?; o también, ¿qué queremos decir cuando nos referimos a un ciudadano competente?

Sigamos con los interrogantes: ¿nos hemos preguntado si esta visión de la educación es la que más nos conviene?, ¿hemos pensado si todo esto no es más que la imposición de esa sociedad del conocimiento que no mira a todo la población escolar con los mismos ojos? Por ejemplo, un joven que alcanza un buen nivel de competencia para desenvolverse en la vida laboral, ¿se puede decir que ha alcanzado el éxito escolar? Y si, por el contrario, otro joven que alcanza tan sólo un nivel de competencia personal para ser un ciudadano autónomo, pero que su competencia para ejercer un trabajo es muy limitada, ¿acaso fracasa? A veces no estoy nada seguro de que las calificaciones que se obtienen actualmente en nuestros centros educativos reflejen realmente ese concepto de éxito escolar, que tan de moda está. Incluso, que sepamos calibrar cuándo hemos formado un ciudadano competente.

La crisis económica ha impuesto un modelo económico que ha excluido a los ciudadanos, sus necesidades y sus derechos. Está arrinconando a la ciudadanía para mirar sólo las cifras macroeconómicas, esas que sólo entienden de control del déficit, de estabilidad presupuestaria o de rescate del sistema financiero. Se está pasando por encima de las personas y de sus vidas con total impunidad para mantener un edificio en el que no habitan las personas corrientes. Entre las víctimas de esta crisis está la educación de las personas. Y no sé si, incluso, esta educación de las personas ya viene lastrada desde antes, desde que configuramos la LOCE, y después la LOE.

Con la actual crisis sólo interesa la otra educación, esa que mira únicamente a las necesidades del sistema productivo (de ahí también el auge de la formación de emprendedores, como si todos fuésemos a convertirnos en emprendedores de un día para otro). Interesa menos la educación que mira a las personas que no conseguirán ser grandes profesionales, pero que mejorarán su vida como individuos y ciudadanos, esa educación que parece no entrar entre las cifras que hablan de éxito escolar. Está claro que hay que ser competentes en nuestro ejercicio profesional, pero la educación no está sólo para formar ciudadanos competentes con una visión meramente profesional, como destinatarios de ese concepto reluciente de ‘éxito escolar’, está para formar personas competentes desde la globalidad del ser humano.

En todo caso me quedo con el concepto de competencia que en 2006 definió el Parlamento Europeo: “Combinación de conocimientos, capacidades y actitudes adecuada al contexto”, que en su dimensión más educativa concebía las competencias claves como las que las personas necesitan para su realización y desarrollo personales, así como para la ciudadanía activa, la inclusión social y el empleo. Mi duda es: ¿cuánto queda de este planteamiento en la educación maltratada por la crisis económica?

2 comentarios:

IRIS dijo...

Es necesaria una educación que lleve a cabo un desarrollo integral de la persona.

Antonio Lara Ramos dijo...

Hay un factor preocupante en la educación de nuestros días: la apropiación que de ella se haga el mundo de la economía.