El otoño es sinónimo de la
vuelta a la escuela. En los próximos días millones de niños y
niñas volverán a las aulas. Atrás quedarán las vacaciones que con
tanta alegría se recibieron allá por el mes de junio, y quedarán
también en el recuerdo los días de ocio y asueto, los de de
diversiones sinfín.
La vuelta a la actividad escolar
representa probablemente la mayor revolución social que se produce
cada año en el seno de las familias. Siempre acude a su cita anual
con la fidelidad del ciclo estacional. La organización familiar se
ve alterada: cambian las costumbres, los hábitos, se ajustan los
horarios y se asumen nuevas responsabilidades. Las familias vuelven a
recobrar las rutinas que se habían aparcado en los últimos días de
junio. La vida familiar cambia, se ajusta a patrones de tiempo y
organización que van borrando las licencias del periodo vacacional.
La vuelta a las aulas hace revivir parte de nuestra memoria, la que
nunca abandonaremos por muchos años que pasen, la que nos hace estar
atados a los días interminables de sol y risas.
Pero la vuelta al colegio
representa socialmente mucho más: trasciende del ámbito familiar
para afectar a la vida de las ciudades y de los pueblos. Afecta a
casi toda la sociedad en su conjunto: a algunos directamente, porque
son padres, alumnos, profesorado o empresas de servicios escolares; a
otros colateralmente, porque toda la actividad que se genera en
movilidad de personas y vehículos transforma el funcionamiento de la
vida diaria de los ciudadanos. La circulación de la ciudad se ve
notablemente alterada, provocando congestiones, gasto de energía,
ruidos, contaminación... Las empresas y el comercio incrementan su
actividad (material escolar, ropa, libros…). El consumo con el
inicio del curso escolar alcanza su propia entidad –como en las
rebajas–, es un gasto extraordinario que afecta a las economías
domésticas. Aunque desde hace años se promueve desde las
administraciones educativas la gratuidad de los libros de texto,
volver a la escuela conlleva muchos más gastos: vestuario,
equipamiento de los hogares...
Y en una tercera dimensión, el
inicio del curso escolar nos devuelve las relaciones familia-escuela.
Y en estas puede que se haya producido un cambio sustancial de
protagonistas: profesorado nuevo, alumnos distintos, familias nuevas
que se incorporan a los centros, tutores que se hacen cargo de un
grupo distinto al que tuvieron el curso anterior... Un nuevo
escenario puede abrirse en esas relaciones y la necesidad de
cuidarlas, como premisa, para facilitar y conducir con más éxito la
actividad escolar y, lo más importante, hacer que los niños
encuentren el mejor clima posible para su desarrollo personal.
Con la llegada de septiembre, este país se revoluciona porque de
nuevo la escuela adquiere todo su protagonismo, de la colaboración
de todos depende que discurra por los mejores derroteros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario