lunes, 11 de junio de 2018

A VOSOTROS, PARTIDOS POLÍTICOS DEL FRACASADO PACTO EDUCATIVO*


Pocos han sido los intentos dirigidos a alcanzar un pacto por la educación durante la democracia.  Las escasas tentativas habidas no han fructificado, evidenciando falta de interés colectivo, incompetencia y fracaso político. En los últimos días hemos vivido un cambio político en España y la sensación percibida es que la educación no ha parecido contar demasiado. En las quinielas de los ‘ministeriables’, la educación ni siquiera aparecía como rumor.
El primer intento: aquella iniciativa de pacto (2010), auspiciada por Ángel Gabilondo. El siguiente:  el frustrado Pacto de Estado Social y Político por la Educación de hace unas semanas, donde estaban representados los partidos: PSOE, Unidos Podemos, ERC, PdeCAT, PP y Ciudadanos. No sé si habremos aprendido algo, porque la tónica ha sido siempre dictar leyes educativas sin consenso político, para fracasar. La última, la Ley Wert, sin consenso ni respaldo social, la estamos viendo deambular como alma en pena por los centros educativos.
Tenemos nuevo Gobierno, pero no solo quiero dirigirme a él, también a todos los partidos representados en la extinta subcomisión del Congreso para el Pacto Educativo.
La sociedad, poniendo oído a lo demandado desde la escuela, viene lanzando desde hace años continuos SOS para que la política alcance un pacto educativo. Si conocierais cómo funcionan las escuelas, observaríais la inestabilidad normativa en que se debaten cada día quienes asumen la inestimable aventura de educar a niños y jóvenes, a pesar de décadas penando con continuas leyes educativas, y veríais cómo vuestras irreflexivas y egoístas acciones generan un riesgo extremado para el futuro de la educación.
Si supierais qué es un centro educativo, qué se hace en él, cómo se forja el futuro de los ciudadanos y de la propia sociedad, comprobaríais que los docentes son tan inteligentes que no se creen casi nada de lo que diseñáis, legisláis o configuráis, porque están aburridos de tantos cantos de sirena traídos por cada ley nueva que parece anunciar la solución a todos los males.
Y es más: entenderíais cómo los docentes, a pesar de todo, siguen con su paciente trabajo callado con sus alumnos, olvidándose de que en tres décadas pasasteis de los objetivos operativos a las capacidades, de estas a las competencias y ahora a los estándares, como si en cada paso descubrierais la piedra roseta de la educación, sin reparar que la buena educación está en el trabajo silencioso y sin altibajos de los docentes. A la educación hay que tenerle amor, sin ella es difícil conocer lo que realmente necesita. Si no se cuida, es fácil frustrar las ilusiones que atesora.
Y para que todo no sean reproches, para vuestra ilustración, y si acaso retomarais la subcomisión en un futuro, me detendré en seis claves para dotar de estabilidad al sistema educativo. La primera: una educación laica, como el Estado democrático al que hace referencia la Constitución, y con las confesiones religiosas al margen de la escuela. La segunda: escuela pública, garante de valores democráticos e individuales, respetada socialmente. Respeto que empieza desde la política.
Tercera: marco normativo estable, con principios educativos generales que garanticen una educación democrática en la que quepan diferentes iniciativas: valores democráticos, igualdad de oportunidades, inclusividad, libertad de educación... Cuarta: inversión y buena gestión, aunque invertir no siempre sea sinónimo de éxito. Ha habido épocas de gran inversión y no se han recogido los frutos esperados. Hay afectos y entusiasmos que no se pueden comprar. Quinta: limitar el intervencionismo administrativo y político en la escuela. Si confiamos en la gestión de los directores y nos fiamos del trabajo de los docentes, ¿qué necesidad hay de estar continuamente marcando directrices? En todo caso, ofrecer los recursos necesarios y pedir responsabilidades.
Sexta: profesorado bien formado y reconocido socialmente. Cuidemos al docente, es la clave de una educación innovadora y acorde con los principios democráticos. Solo un docente comprometido con su trabajo y sus alumnos es garantía de éxito. Formación adecuada (inicial y permanente) y selección de los más idóneos; para ello: tribunales de selección con miembros preparados y capacitados. Fuera intereses políticos, sindicales o cualesquiera otros, y no exclusión de colectivos técnicos y formados en materia de evaluación. Necesitamos tribunales competentes, centros piloto de acceso a la función pública y un buen sistema de formación del profesorado en Universidad y formación permanente. En el ejercicio de la docencia, la educación necesita algo más que un sentido funcionarial, precisa compromiso y amor por un trabajo que no es un trabajo cualquiera.
Partidos políticos de la extinta subcomisión del pacto educativo, la educación no se merece el trato dispensado, ni su utilización como mercancía política. Observad sus carencias, casi todas conectadas con actuaciones administrativas, confusiones normativas o desmesurado afán de control. La educación se ahoga en la inseguridad, en rutinas ajenas a ella, en la montaña de trámites administrativos, muchos inútiles, a que son sometidos docentes, directores e inspectores, y que solo generan hastío. Hoy cunden ilusiones rotas y desánimo ante tanto cambio innecesario y la avalancha de ‘seudoinnovaciones’ educativas, que son como la espuma que pronto desaparece sin dejar huella, aunque al principio despierten un terremoto de esfuerzos y gastos improductivos.
La desactivación de la mesa del pacto denotó fracaso político y constatación del uso de la educación como arma política. Reabramos la subcomisión por el Pacto Educativo, no volvamos a fracasar.
Menos mal que la escuela sigue abriendo sus puertas cada mañana y que los docentes siguen educando y formando a los ciudadanos, a pesar de vosotros.
*Artículo publicado en Ideal, 10/5/2018

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