Nunca nos hemos olvidado de Miguel Hernández. De eso se encargó, cuando sus libros se ausentaban de las librerías y de nuestras lecturas juveniles, aquel grupo de cantautores que pusieron música a sus poemas: Serrat, Ibáñez, Baez…, y los pregonaron a los cuatro vientos.
La poesía de Miguel Hernández nos llegaba viva, intensa, calando nuestras jóvenes neuronas. Las cintas de ‘cassette’ del cancionero de Serrat dieron vueltas y vueltas en mi viejo reproductor. Más tarde me acompañaron en nocturnos viajes cruzando las tierras de Andalucía. La poesía de Miguel Hernández, también.
Su obra fue forjada entre rebaños, cárceles y frentes de guerra. Y no cejó, a pesar del hambre envuelta en cebolla, y el yugo para el cuello del niño, y el hambre que paseaba sus vacas exprimidas, y quiso ser llorando el hortelano, y su mano la herramienta del alma… y hasta que llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Y hasta que preguntó: ¿quién habló de echar un yugo sobre el cuello de esta raza?
A los andaluces nos trazó el camino para la lucha cuando preguntaba aquello de “Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos?” Y se respondía: “No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor”… “¿de quién, de quién son estos olivos?”
Nuestra memoria no flaquea, antes se fortalece. Se cumple el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Ahora le toca al poeta de Orihuela, antes el recuerdo fue para Lorca, Alberti, Machado, Ayala…
En el recuerdo también la ignominiosa y triste muerte de Miguel Hernández.
La memoria histórica debe cumplir su misión: reparar la dignidad de las personas ultrajadas por la intolerancia. El año del centenario ha comenzado con la declaración de Reparación y Reconocimiento Personal del poeta. En el acto celebrado en la Universidad de Alicante estuvo presente el poeta Marcos Ana, que compartió cárcel con Miguel Hernández. El siguiente paso es anular la injusta condena a muerte que aún está vigente sobre él. Confiemos en la celeridad de este proceso.
La memoria es grande y justa. A otros, por el contrario, toca ponerlos en su sitio: el almacén del olvido. Ése es el destino que están corriendo la memoria del dictador y sus estatuas ecuestres que sembraban plazas y cuarteles.
Me han llegado correos de amigos poetas donde reseñan actos, recitales, recuerdos-homenaje organizados por distintos lugares. La lista es larga, y crecerá.
La poesía de Miguel Hernández nos llegaba viva, intensa, calando nuestras jóvenes neuronas. Las cintas de ‘cassette’ del cancionero de Serrat dieron vueltas y vueltas en mi viejo reproductor. Más tarde me acompañaron en nocturnos viajes cruzando las tierras de Andalucía. La poesía de Miguel Hernández, también.
Su obra fue forjada entre rebaños, cárceles y frentes de guerra. Y no cejó, a pesar del hambre envuelta en cebolla, y el yugo para el cuello del niño, y el hambre que paseaba sus vacas exprimidas, y quiso ser llorando el hortelano, y su mano la herramienta del alma… y hasta que llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Y hasta que preguntó: ¿quién habló de echar un yugo sobre el cuello de esta raza?
A los andaluces nos trazó el camino para la lucha cuando preguntaba aquello de “Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos?” Y se respondía: “No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor”… “¿de quién, de quién son estos olivos?”
Nuestra memoria no flaquea, antes se fortalece. Se cumple el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Ahora le toca al poeta de Orihuela, antes el recuerdo fue para Lorca, Alberti, Machado, Ayala…
En el recuerdo también la ignominiosa y triste muerte de Miguel Hernández.
La memoria histórica debe cumplir su misión: reparar la dignidad de las personas ultrajadas por la intolerancia. El año del centenario ha comenzado con la declaración de Reparación y Reconocimiento Personal del poeta. En el acto celebrado en la Universidad de Alicante estuvo presente el poeta Marcos Ana, que compartió cárcel con Miguel Hernández. El siguiente paso es anular la injusta condena a muerte que aún está vigente sobre él. Confiemos en la celeridad de este proceso.
La memoria es grande y justa. A otros, por el contrario, toca ponerlos en su sitio: el almacén del olvido. Ése es el destino que están corriendo la memoria del dictador y sus estatuas ecuestres que sembraban plazas y cuarteles.
Me han llegado correos de amigos poetas donde reseñan actos, recitales, recuerdos-homenaje organizados por distintos lugares. La lista es larga, y crecerá.
Desde aquí nos sumamos a todas estas iniciativas. Sirvan estas palabras como modesta contribución al recuerdo del poeta.
3 comentarios:
En nuestro ayuntamiento les costó aprobar la moción de reconocimiento a Miguel Hernández al PP.
Menos mal que al final entraron en razón.
Volvemos otra vez a estar por aquí.
Saludos
http://paquitoalvarez.wordpress.com
Es una alegría volver a saber de ti, Paquito.
A algunos todavía les cuesta quitarse el lastre. Eso hace que a la derecha en España le quede mucho camino por recorrer para alcanzar un status de derecha europea. A veces da la impresión de que se consideran herederos del régimen franquista, si es que no los son, a la vista de su resistencia para condenar la dictadura cuando tienen oportunidad.
Saludos.
Es uno de los mejores poetas para mi. Recordarlo es un acierto
Saludos
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