Uno a veces tiene la sensación de que es difícil pensar más allá de lo que está bajo el imperio de la doctrina imperante. Escuchar varias emisoras de radio o de televisión, o contrastar las noticias de distintos periódicos, te aclara bastante esta percepción. Sin mencionar a los partidos políticos, en los que la uniformidad de pensamiento es uno de sus objetivos prioritarios.
Hace un tiempo el periodista Juan Ramón Lucas le hizo una serie de entrevistas a José Luis Sampedro, entrevistas que ahora navegan por la red. En ellas haciendo uso de lenguaje sencillo, espontáneo y esclarecedor explicaba lo que le está pasando al capitalismo de hoy, inmerso como está en una terrible crisis económica.
Estas exposiciones fueron seguidas con sumo interés (y supongo que lo siguen siendo). Utilizando un lenguaje casi coloquial explicaba cómo se ha llegado a la situación actual y cuáles son los caminos que le quedan a la humanidad para salir de ella.
A veces se necesitan mentes clarividentes que nos aclaren las incertidumbres, y hasta las certidumbres, de los tiempos que vivimos. Algo que no resulta fácil, pues son tantas las ideas que se entrecruzan, algunas con aviesa intención, que pudiera tacharse a quien no sigue el discurso oficial como alguien ‘errático’.
Me acordé de estas entrevistas cuando me refería a la necesidad de encontrar respuestas en nuestro mundo de la educación en La educación que pudo ser. Digo así en el libro: “Escuchándole, el inescrutable entresijo de relaciones de que se vale el funcionamiento de la economía es comprendido por el ciudadano de la calle… Incluso proporciona Sampedro sencillas pautas que habría que seguir en nuestras sociedades desarrolladas si no queremos caer de nuevo en otra situación de tanta gravedad. La angustia que provoca lo incomprensible se mitiga con una inteligente e inteligible aclaración.”(p. 89)
José Luis Sampedro tiene muchos años, bastantes años (nació en 1917), pero su mente trabaja mejor que la de muchos de nosotros con la mitad de años.
Hace unos meses releí La sonrisa etrusca. Ese alegato en favor del valor de las personas mayores en una sociedad que las arrincona y que está cargada de convencionalismos absurdos que desvirtúan la esencia de la vida. Pienso que se trata de una novela que está en permanente actualidad en los tiempos que corren. Sampedro, aunque menos tosco, tiene algo del viejo partisano Bruno.
En el día de ayer se le entregó la medalla de la Orden de las Artes y las Letras de España. Un reconocimiento a su persona y a su obra de pensador, economista y literato. Con tal motivo le he escuchado decir: “Me siento fuera de la corriente general, abrumado por el hecho de que la humanidad sea capaz de tan grandes hazañas y aún no sea capaz de vivir en paz, de buscar palabras de armonía". Y es que se muestra desconcertado por esa paradoja en la que el hombre ha sido capaz de construir e inventar a través de la técnica tantas cosas para beneficio de la humanidad y, sin embargo, no ha encontrado el camino de la paz.
Dice Sampedro ser un hombre de pensamiento libre. Un atrevimiento, diría yo, harto difícil de mantener en nuestro tiempo. Un tiempo donde no se permite el pensamiento libre, sino el pensamiento de la tribu. Un pensamiento que es construido para domeñar a quien está en su órbita. En definitiva, un pensamiento que se reduce a los ‘nuestros’ y a los ‘míos’.
El pensamiento libre es una especie en extinción. Difícilmente es admitido en los distintos círculos grupales o sociales donde nos desenvolvemos. La tribu prima a la hora de pensar. La disidencia es como un pecado en nuestros días.
Sampedro es un espíritu libre que no está sujeto a dogmas. Viva entonces el pensamiento libre.
Hace un tiempo el periodista Juan Ramón Lucas le hizo una serie de entrevistas a José Luis Sampedro, entrevistas que ahora navegan por la red. En ellas haciendo uso de lenguaje sencillo, espontáneo y esclarecedor explicaba lo que le está pasando al capitalismo de hoy, inmerso como está en una terrible crisis económica.
Estas exposiciones fueron seguidas con sumo interés (y supongo que lo siguen siendo). Utilizando un lenguaje casi coloquial explicaba cómo se ha llegado a la situación actual y cuáles son los caminos que le quedan a la humanidad para salir de ella.
A veces se necesitan mentes clarividentes que nos aclaren las incertidumbres, y hasta las certidumbres, de los tiempos que vivimos. Algo que no resulta fácil, pues son tantas las ideas que se entrecruzan, algunas con aviesa intención, que pudiera tacharse a quien no sigue el discurso oficial como alguien ‘errático’.
Me acordé de estas entrevistas cuando me refería a la necesidad de encontrar respuestas en nuestro mundo de la educación en La educación que pudo ser. Digo así en el libro: “Escuchándole, el inescrutable entresijo de relaciones de que se vale el funcionamiento de la economía es comprendido por el ciudadano de la calle… Incluso proporciona Sampedro sencillas pautas que habría que seguir en nuestras sociedades desarrolladas si no queremos caer de nuevo en otra situación de tanta gravedad. La angustia que provoca lo incomprensible se mitiga con una inteligente e inteligible aclaración.”(p. 89)
José Luis Sampedro tiene muchos años, bastantes años (nació en 1917), pero su mente trabaja mejor que la de muchos de nosotros con la mitad de años.
Hace unos meses releí La sonrisa etrusca. Ese alegato en favor del valor de las personas mayores en una sociedad que las arrincona y que está cargada de convencionalismos absurdos que desvirtúan la esencia de la vida. Pienso que se trata de una novela que está en permanente actualidad en los tiempos que corren. Sampedro, aunque menos tosco, tiene algo del viejo partisano Bruno.
En el día de ayer se le entregó la medalla de la Orden de las Artes y las Letras de España. Un reconocimiento a su persona y a su obra de pensador, economista y literato. Con tal motivo le he escuchado decir: “Me siento fuera de la corriente general, abrumado por el hecho de que la humanidad sea capaz de tan grandes hazañas y aún no sea capaz de vivir en paz, de buscar palabras de armonía". Y es que se muestra desconcertado por esa paradoja en la que el hombre ha sido capaz de construir e inventar a través de la técnica tantas cosas para beneficio de la humanidad y, sin embargo, no ha encontrado el camino de la paz.
Dice Sampedro ser un hombre de pensamiento libre. Un atrevimiento, diría yo, harto difícil de mantener en nuestro tiempo. Un tiempo donde no se permite el pensamiento libre, sino el pensamiento de la tribu. Un pensamiento que es construido para domeñar a quien está en su órbita. En definitiva, un pensamiento que se reduce a los ‘nuestros’ y a los ‘míos’.
El pensamiento libre es una especie en extinción. Difícilmente es admitido en los distintos círculos grupales o sociales donde nos desenvolvemos. La tribu prima a la hora de pensar. La disidencia es como un pecado en nuestros días.
Sampedro es un espíritu libre que no está sujeto a dogmas. Viva entonces el pensamiento libre.
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