Londres, entre otras cosas, es la ciudad de los parques. Es una capital que ha sabido integrar en su expansión urbanística grandes extensiones de terreno sustraído a la naturaleza.
Pasear por los parques de Londres es como disfrutar de la naturaleza sin salir de casa. Un disfrute que poco tiene que ver con el que podemos sentir en un pequeño espacio ajardinado construido artificialmente para poner una mancha verde entre el hormigón y el asfalto. O con la sucesión de grandes alcorques en una avenida para simular que paseamos entre la frondosidad de una arboleda propincua a un riachuelo. Algo de lo que sabemos bastante los que residimos en Granada.
Pasear por los parques de Londres es sentir la extraordinaria fuerza de la naturaleza bajo nuestros pasos. Porque esta ciudad ha sabido envolver con sus construcciones espacios naturales hasta hacerlos suyos procurando que no perdieran la prestancia que siempre tuvieron.
Eso deben de pensar los zorros que habitan los parques de Londres cuando salen en sus correrías nocturnas. Seguro que se sienten como en casa, como si estuvieran en pleno monte.
Probablemente muchos de vosotros lo sabéis, incluso los habréis visto, pero para mí fue una enorme sorpresa ver a dos de ellos a la caída de la tarde, en días diferentes, en los aledaños de una de esas enormes extensiones verdes, la de Tooting Bec Common.
Allí debe haber no pocas zorreras, pensé tras la sorpresa inicial, el enorme espacio natural lo permite. Y allí deben habitar sintiéndose libres como en plena naturaleza.
Los zorros de Londres se han convertido en auténticos urbanitas que aprovechan lo que les ofrece la ciudad para sobrevivir y reproducirse. Ellos se han adaptado, como cualquiera de esos tipos que tienen en la ciudad su hábitat natural, y se atreven a salir al asfalto y los jardines de las casas colindantes.
La basura orgánica que genera una ciudad, y más una gran ciudad como Londres, sería suficiente para alimentar a miles de animales y, por analogía, a miles de hombres. Precisamente esa basura que el hombre desecha por toneladas es la base de la alimentación de estos zorros.
En los parques de Londres viven los zorros, acaso como una prueba de la armonización que puede existir entre nuestro concepto de civilización y la naturaleza.
En una época donde la naturaleza ha pasado a un segundo plano en nuestro país, aun cuando lo enmascaremos con el mito de la sostenibilidad, cuando el descontrolado desarrollo económico-especulativo-constructivo ha esquilmado espacios naturales, voy a Londres y me encuentro que los zorros habitan en sus parques.
Hace unos días escuché decir a alguien que si veníamos de noche desde el mar hacia la costa mediterránea, por cualquier parte de su larga extensión, la imagen percibida es una continuidad de luces de neón. Una línea costera con una contaminación lumínica en la que es difícil apreciar los escasos espacios donde todavía la construcción descontrolada no ha puesto su picota.
Después de haber vivido en nuestro país el proceso de especulación del terreno más fuerte de nuestra historia, con escaso respeto a la naturaleza, quizá nos venga bien saber que en una de las grandes capitales del mundo, metrópoli antaño de un gran imperio, los zorros residen en la ciudad provistos de una cédula de propiedad.
Pasear por los parques de Londres es como disfrutar de la naturaleza sin salir de casa. Un disfrute que poco tiene que ver con el que podemos sentir en un pequeño espacio ajardinado construido artificialmente para poner una mancha verde entre el hormigón y el asfalto. O con la sucesión de grandes alcorques en una avenida para simular que paseamos entre la frondosidad de una arboleda propincua a un riachuelo. Algo de lo que sabemos bastante los que residimos en Granada.
Pasear por los parques de Londres es sentir la extraordinaria fuerza de la naturaleza bajo nuestros pasos. Porque esta ciudad ha sabido envolver con sus construcciones espacios naturales hasta hacerlos suyos procurando que no perdieran la prestancia que siempre tuvieron.
Eso deben de pensar los zorros que habitan los parques de Londres cuando salen en sus correrías nocturnas. Seguro que se sienten como en casa, como si estuvieran en pleno monte.
Probablemente muchos de vosotros lo sabéis, incluso los habréis visto, pero para mí fue una enorme sorpresa ver a dos de ellos a la caída de la tarde, en días diferentes, en los aledaños de una de esas enormes extensiones verdes, la de Tooting Bec Common.
Allí debe haber no pocas zorreras, pensé tras la sorpresa inicial, el enorme espacio natural lo permite. Y allí deben habitar sintiéndose libres como en plena naturaleza.
Los zorros de Londres se han convertido en auténticos urbanitas que aprovechan lo que les ofrece la ciudad para sobrevivir y reproducirse. Ellos se han adaptado, como cualquiera de esos tipos que tienen en la ciudad su hábitat natural, y se atreven a salir al asfalto y los jardines de las casas colindantes.
La basura orgánica que genera una ciudad, y más una gran ciudad como Londres, sería suficiente para alimentar a miles de animales y, por analogía, a miles de hombres. Precisamente esa basura que el hombre desecha por toneladas es la base de la alimentación de estos zorros.
En los parques de Londres viven los zorros, acaso como una prueba de la armonización que puede existir entre nuestro concepto de civilización y la naturaleza.
En una época donde la naturaleza ha pasado a un segundo plano en nuestro país, aun cuando lo enmascaremos con el mito de la sostenibilidad, cuando el descontrolado desarrollo económico-especulativo-constructivo ha esquilmado espacios naturales, voy a Londres y me encuentro que los zorros habitan en sus parques.
Hace unos días escuché decir a alguien que si veníamos de noche desde el mar hacia la costa mediterránea, por cualquier parte de su larga extensión, la imagen percibida es una continuidad de luces de neón. Una línea costera con una contaminación lumínica en la que es difícil apreciar los escasos espacios donde todavía la construcción descontrolada no ha puesto su picota.
Después de haber vivido en nuestro país el proceso de especulación del terreno más fuerte de nuestra historia, con escaso respeto a la naturaleza, quizá nos venga bien saber que en una de las grandes capitales del mundo, metrópoli antaño de un gran imperio, los zorros residen en la ciudad provistos de una cédula de propiedad.
3 comentarios:
No se amargue innecesariamente dado que no vive en medio de la sabana sino en un piso o casa de especulación urbanística, como todos.
Una sonrisa porfa.
Tronaron los cielos y una voz más que humana, inteligible a todos, dijo:¡No merecéis lo que tenéis y por tanto he decidido que en el plazo de treinta días el mundo será ahogado en un nuevo diluvio.
Los cristianos se arrodillaron y pidieron clemencia; los budistas e hinduistas se alegraron por no tener que reencarnarse; los musulmanes doblaron la raspa pidiendo el paraíso de las huries;los ateos se suicidaron en masa.
El rabino Jonán reunió a su grey y les dijo: ¿Habéis oído? Tenemos treinta días para aprender a vivir bajo el agua.
Y Vd.¿qué haría?
Que lo disfrute.
Hombre, me alegra saber de usted!
Se me antoja un poco imprudente decir que todos vivimos en un piso o casa de especulación urbanística.
Veo que continúa, a pesar de su discrepancia, siendo un fiel seguidor de este humilde blog. Gracias.
la verdad es que cuando saque pasajes a Londres en lo último que pensé era en los parques, en realidad no sabía lo rico en naturaleza. será un honor verlo de tal modo
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