Los malos resultados escolares muchas veces hacen tomar decisiones peregrinas a las administraciones educativas.
La Comunidad de Madrid tiene previsto eliminar la hora de tutoría semanal en grupo de la ESO para aumentar el número de horas de instrucción en áreas instrumentales como Lengua, Matemáticas o Inglés. ¿Y por qué no ya de camino eliminar horas de Geografía e Historia, de Educación plástica y visual o de Música? Así tendríamos más tiempo para impartir tales áreas, como si la acumulación de tales tiempos fuese la solución a los déficits instrumentales que observamos en nuestros jóvenes.
Estoy convencido de que muchas autoridades educativas no saben lo que tienen entre manos. Quizá porque no hayan pisado nunca una escuela, a pesar de ser maestros o profesores de instituto la mayoría, o porque en ocasiones nos hemos encontrado con responsables educativos que son abogados, ingenieros, etc.
Incrementar el tiempo lectivo dedicado a Lengua o Matemáticas no es garantía de mejora. Como tampoco lo es dedicar más tiempo lectivo a la lectura diaria en clase, como si ello fuese garantía para mejorar la comprensión lectora o fomentar el gusto por la lectura.
Aumentar el número de horas en un área o materia (no es que aquí no lo creamos necesario cuando realmente lo sea) no es la única solución para resolver los problemas que ya conocemos.
Es frecuente que las autoridades educativas salgan sofocadas a apagar los fuegos repentinos que se producen con el primer titular de prensa. Como si lo único que supieran fuese inventar sobre la marcha, buscando remedios de mago ‘harripotiense’ (permítanme el término), tratando de encontrar la receta mágica que arregla el primer desajuste educativo que ha salido al paso.
Quizá es que no se han percatado, o no han sabido darse cuenta, de que en educación las cosas son más sencillas y más complejas de lo que parecen.
En la escuela hay otros factores, acaso más determinantes, para solucionar los déficits que nos encontramos a diario. Lo importante no es el tiempo que se destine a algo sino cómo se aproveche ese tiempo; lo importante no es que se trabaje un contenido sino cómo se desarrolle el proceso de enseñanza y aprendizaje; lo importante no es que se hagan las cosas sin más sino cómo se cuide cada detalle del trabajo que se lleva a cabo en el aula.
Las medidas políticas publicitadas suelen ser siempre muy efectistas de cara a la opinión pública, salvo cuando son descabelladas. A la gente corriente puede impactarle con facilidad que eso de impartir más horas de Lengua mejorará el conocimiento de sus hijos, y hasta es posible que pase por alto que en el aprendizaje de sus hijos intervienen otros factores fundamentales. Entre ellos, el trabajo de tutoría que todo docente tiene que realizar con sus alumnos, unas veces de manera individual y otras en grupo. Pero lo cierto es que muchas de esas medidas políticas publicitadas demuestran un día sí y otro también que casi siempre no resuelven nada.
Un alumno no aprende porque lo tengamos más horas mirando el libro, sino porque el tiempo que esté delante de él lo haga con la concentración y la motivación necesarias. Un chico con problemas personales que deriven de la familia, la pandilla o el grupo de iguales que hay en su clase estará menos predispuesto para aprender. La tutoría, al fin y al cabo, es un proceso de ayuda y hay problemas que se tienen que solventar individualmente mientras otros hay que hacerlo en grupo.
¿Qué puedo decir yo de la tutoría? En el lateral derecho de esta entrada ya habréis visto en cada visita a este blog que algo de ello escribí en La función tutorial, un reto en la educación de hoy.
En todo caso, ahora debo decir que se trata de uno de los pilares fundamentales en el proceso educativo.
La Comunidad de Madrid tiene previsto eliminar la hora de tutoría semanal en grupo de la ESO para aumentar el número de horas de instrucción en áreas instrumentales como Lengua, Matemáticas o Inglés. ¿Y por qué no ya de camino eliminar horas de Geografía e Historia, de Educación plástica y visual o de Música? Así tendríamos más tiempo para impartir tales áreas, como si la acumulación de tales tiempos fuese la solución a los déficits instrumentales que observamos en nuestros jóvenes.
Estoy convencido de que muchas autoridades educativas no saben lo que tienen entre manos. Quizá porque no hayan pisado nunca una escuela, a pesar de ser maestros o profesores de instituto la mayoría, o porque en ocasiones nos hemos encontrado con responsables educativos que son abogados, ingenieros, etc.
Incrementar el tiempo lectivo dedicado a Lengua o Matemáticas no es garantía de mejora. Como tampoco lo es dedicar más tiempo lectivo a la lectura diaria en clase, como si ello fuese garantía para mejorar la comprensión lectora o fomentar el gusto por la lectura.
Aumentar el número de horas en un área o materia (no es que aquí no lo creamos necesario cuando realmente lo sea) no es la única solución para resolver los problemas que ya conocemos.
Es frecuente que las autoridades educativas salgan sofocadas a apagar los fuegos repentinos que se producen con el primer titular de prensa. Como si lo único que supieran fuese inventar sobre la marcha, buscando remedios de mago ‘harripotiense’ (permítanme el término), tratando de encontrar la receta mágica que arregla el primer desajuste educativo que ha salido al paso.
Quizá es que no se han percatado, o no han sabido darse cuenta, de que en educación las cosas son más sencillas y más complejas de lo que parecen.
En la escuela hay otros factores, acaso más determinantes, para solucionar los déficits que nos encontramos a diario. Lo importante no es el tiempo que se destine a algo sino cómo se aproveche ese tiempo; lo importante no es que se trabaje un contenido sino cómo se desarrolle el proceso de enseñanza y aprendizaje; lo importante no es que se hagan las cosas sin más sino cómo se cuide cada detalle del trabajo que se lleva a cabo en el aula.
Las medidas políticas publicitadas suelen ser siempre muy efectistas de cara a la opinión pública, salvo cuando son descabelladas. A la gente corriente puede impactarle con facilidad que eso de impartir más horas de Lengua mejorará el conocimiento de sus hijos, y hasta es posible que pase por alto que en el aprendizaje de sus hijos intervienen otros factores fundamentales. Entre ellos, el trabajo de tutoría que todo docente tiene que realizar con sus alumnos, unas veces de manera individual y otras en grupo. Pero lo cierto es que muchas de esas medidas políticas publicitadas demuestran un día sí y otro también que casi siempre no resuelven nada.
Un alumno no aprende porque lo tengamos más horas mirando el libro, sino porque el tiempo que esté delante de él lo haga con la concentración y la motivación necesarias. Un chico con problemas personales que deriven de la familia, la pandilla o el grupo de iguales que hay en su clase estará menos predispuesto para aprender. La tutoría, al fin y al cabo, es un proceso de ayuda y hay problemas que se tienen que solventar individualmente mientras otros hay que hacerlo en grupo.
¿Qué puedo decir yo de la tutoría? En el lateral derecho de esta entrada ya habréis visto en cada visita a este blog que algo de ello escribí en La función tutorial, un reto en la educación de hoy.
En todo caso, ahora debo decir que se trata de uno de los pilares fundamentales en el proceso educativo.
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