miércoles, 26 de septiembre de 2012

LA CRISIS QUE FAGOCITA AL ESTADO

Quien inventó esta crisis sabía lo que se hacía. Está haciendo el negocio redondo: de una tacada se está cargando al Estado y a muchos de los derechos del ciudadano. El orden de las prioridades en este momento ha cambiado: la especulación está por encima de la vida de las personas, se atiende antes a la especulación que al salario que permite al individuo vivir o subsistir, según el caso. Pensaba que habíamos aprendido algo de la Historia, pero parece que no. Vamos a pagar más por los intereses de la deuda pública que marca la prima de riesgo que por lo que el Estado pagará por el salario de los funcionarios, es decir, pagaremos más a una cosa que se llama especulación, que genera beneficios a unos pocos, y limitaremos la subsistencia de millones de personas. Y es que los intereses en el mundo financiero no son otra cosa que un ejercicio de especulación y usura. La moralidad en el cobro de los intereses está íntimamente relacionada con el nivel de codicia exhibida por los que marcan su cuantía. Este cobro interesado no es una ley física como las de la naturaleza, ni un prodigio emanado de ella, es una soez trampa para detraer parte de los salarios y de las ilusiones de la gente en beneficio de los especuladores. Pero no falta quien pretende hacernos creer que esto obedece a una consecuencia de la lógica de la vida, que entra dentro de la normalidad, como si no supiéramos que no es más que una bocanada de humo que se vende y una aberración que no se sustenta más que en principios que escapan a la ética y moral cívicas.

La crisis económica fagocita al Estado, pero lo lamentable es que el Estado se deja fagocitar por los que mueven los hilos de la crisis en beneficio propio. Nunca antes se había procurado, desde que el liberalismo triunfara, una reducción del Estado como ocurre ahora. El Estado fue ganando espacio desde Adam Smith como garantía para el bienestar de la ciudadanía, pero ahora aprovechando la crisis económica se está instando a su adelgazamiento como medio más directo para destruir sus posibilidades de servicio a la ciudadanía. Liquidar los resortes del Estado del Bienestar no es controlar el déficit presupuestario es limitar los derechos de la gente. Y todo ello con un propósito de naturaleza espuria: transformar al ciudadano con derechos en un ente que viva sólo para procurarse la supervivencia. Es tan alto el grado de utilitarismo mercantilista que nos invade que hasta nos aterra pensar que se perderá al hombre nuevo que alumbró la Ilustración. ¡Qué sistema estamos construyendo que va en contra de las personas!

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