sábado, 1 de septiembre de 2012

ETA… TANTO TIEMPO

En estos días estoy visionando ‘Especial historia de ETA’, una serie de capítulos que el programa Crónicas de RTVE ha dedicado a este grupo terrorista que tanta muerte y dolor ha sembrado en España en los últimos cincuenta años. Las imágenes en blanco y negro te hacen conectar sin mucho esfuerzo con los recuerdos de aquella época lúgubre y tenebrosa de la historia de España que representa la dictadura de Franco. Coches de líneas angulosas, pantalones de perneras acampanadas, mujeres con movimientos atareados, curas con sotanas abotonadas, niños con caras de expectación, policías con gorra de plato y largos levitones, guardias civiles con tricornio… La misma atmósfera que fácilmente respiramos en la novela de Fernando Aramburu Años lentos (2012), donde se destila la vida cotidiana en la San Sebastián de los años sesenta y que no era diferente a la de otros rincones de España si no fuera porque en aquella ya se alimentaba la semilla de ETA.

El visionado de estos capítulos te ayuda algo más a entender lo que supuso, y lo que supone, el fenómeno de ETA para nuestro país. En cada uno de los capítulos se nos traslada su feroz presencia en nuestras vidas. En el inventario de muertes que recorre cada uno de los capítulos se alcanza a calibrar, si cabe aún más, la verdadera dimensión de la monstruosidad cometida en cada época. Y me surge una sensación de contradicción inesperada con las vivencias de aquellos días en que los telediarios, o los avances informativos, anunciaban destrozo y muerte. La sensación de ahora es de una erudita distancia hacia el horror, distinta a cuando los asesinatos te impactaban en aquella atmósfera opresiva invadida por el desconcierto y la repugnancia más visceral del momento. El impacto de cada asesinato (sangre, miembros amputados, ropas rasgadas, coches y edificios destrozados) permanecía vivo durante tiempo, acentuado cuando las imágenes se mantenían en los periódicos y la televisión. Había opiniones apostaban por no dar noticias sobre terrorismo, y menos ofrecer imágenes, para evitar la propaganda gratuita que también buscaban los terroristas en sus acciones criminales. Ahora cuando estás delante de cada capítulo, y se condensan las imágenes y las escenas de dolor, es como si todos los asesinatos se produjeran de golpe, pero ya se ven desde con perspectiva histórica. Hubo años en que se perpetraron casi cien asesinatos, lo que da una idea cabal del horror sin tregua vivido.

Pero la historia de ETA no se enmarca sólo en blanco y negro sino que también ha sido una pesadilla para la democracia española. Nunca hemos encontrado las razones que explicaran cómo esto podía ocurrir en un país que se abría a Europa y al mundo, que se alimentaba de la libertad conquistada, y que ponía más y más ladrillos de concordia para la construcción de una democracia para todos. He visitado el País Vasco en varias ocasiones y no voy a negar (hace unos años más que ahora) que en cada visita he cargado con un estúpido e injusto recelo, siempre presidido por el fantasma de una violencia que se identificaba con esta tierra. Son los prejuicios, las desconfianzas que nos asaltan ante lo desconocido, esa imagen desenfocada que todos arrastramos sobre cada lugar. No obstante, una vez allí te das cuenta que la gente vive con la cotidianidad que vivimos en cualquier otra parte, como la vivían los personajes de Años lentos, entonces atrapados en una mentalidad cargada de los miedos y las suspicacias propios de aquel tiempo.

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