Ahora que la ONU ha creado una comisión internacional para investigar el asalto del Ejército israelí a la flotilla humanitaria me viene a la mente un dato: Tony Blair es el enviado del Cuartero para Oriente Medio, conformado por la ONU, la Unión Europea, la Federación de Rusia y Estados Unidos.
Sí, ése que fue primer ministro de Gran Bretaña. El que recibe suculentas remuneraciones por sus conferencias y ofertas millonarias por publicar libros. Uno de los artífices de una guerra injusta, irracional y que ha causado centenares de miles de muertos.
Lleva tres años como comisionado y, salvo error u omisión, ha pasado desapercibido. Hace unas semanas se dio una vuelta por España para dejarse ver, sólo eso. ¿Qué ha hecho este señor en estos tres años?, seguramente preocuparse por sus conferencias y sus libros.
El conflicto palestino-israelí está embarrancado. El que fuera ministro de Asuntos Exteriores israelí, Shlomo Ben Ami, y en la actualidad vicepresidente del Centro Internacional Toledo por la Paz, ha hablado del proceso de paz en un artículo publicado en El País (9/8/2010), “El proceso fantasma de paz en Oriente Próximo” (toda una declaración de intenciones), calificándolo como “uno de los engaños más espectaculares de la historia diplomática moderna”.
A la vista de la experiencia que tenemos de décadas de conflicto es obvio que la solución no está ni en el lado de Israel ni en el de Palestina. Han demostrado su incapacidad (o quizá su inconveniencia) para ponerse de acuerdo en cincuenta años. “Atrapados entre lo posible y lo necesario, israelíes y palestinos simplemente aprendieron a vivir sin una solución”, viene a decir Ben Ami en su artículo. Es probable que así se encuentren más cómodos. Es parte de la naturaleza humana acomodarse a las circunstancias y hacer de ellas un medio de vida.
La solución tiene que venir de fuera, de la intervención decidida de los grandes países, si es que sus intereses lo permiten. Y en el Cuartero para Oriente Medio están todos los que tiene que estar. El problema es el comisionado.
Con mediadores como Tony Blair es fácil comprender el estancamiento en que ha entrado el proceso de paz en Oriente Próximo o la difícil situación que está generando el bloqueo sobre Gaza que ejerce Israel. En esta tesitura, ambos se eternizarán sine die.
Sí, ése que fue primer ministro de Gran Bretaña. El que recibe suculentas remuneraciones por sus conferencias y ofertas millonarias por publicar libros. Uno de los artífices de una guerra injusta, irracional y que ha causado centenares de miles de muertos.
Lleva tres años como comisionado y, salvo error u omisión, ha pasado desapercibido. Hace unas semanas se dio una vuelta por España para dejarse ver, sólo eso. ¿Qué ha hecho este señor en estos tres años?, seguramente preocuparse por sus conferencias y sus libros.
El conflicto palestino-israelí está embarrancado. El que fuera ministro de Asuntos Exteriores israelí, Shlomo Ben Ami, y en la actualidad vicepresidente del Centro Internacional Toledo por la Paz, ha hablado del proceso de paz en un artículo publicado en El País (9/8/2010), “El proceso fantasma de paz en Oriente Próximo” (toda una declaración de intenciones), calificándolo como “uno de los engaños más espectaculares de la historia diplomática moderna”.
A la vista de la experiencia que tenemos de décadas de conflicto es obvio que la solución no está ni en el lado de Israel ni en el de Palestina. Han demostrado su incapacidad (o quizá su inconveniencia) para ponerse de acuerdo en cincuenta años. “Atrapados entre lo posible y lo necesario, israelíes y palestinos simplemente aprendieron a vivir sin una solución”, viene a decir Ben Ami en su artículo. Es probable que así se encuentren más cómodos. Es parte de la naturaleza humana acomodarse a las circunstancias y hacer de ellas un medio de vida.
La solución tiene que venir de fuera, de la intervención decidida de los grandes países, si es que sus intereses lo permiten. Y en el Cuartero para Oriente Medio están todos los que tiene que estar. El problema es el comisionado.
Con mediadores como Tony Blair es fácil comprender el estancamiento en que ha entrado el proceso de paz en Oriente Próximo o la difícil situación que está generando el bloqueo sobre Gaza que ejerce Israel. En esta tesitura, ambos se eternizarán sine die.
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