Nunca una palabra ha sido tan anhelada, tan valorada, tan perseguida, tan arrastrada, tan ultrajada, tan masacrada… Sí, la palabra `libertad'. Porque las palabras lo contienen todo de nosotros, son el reflejo de nosotros mismos y el vehículo donde pasean nuestros sentimientos y nuestras emociones.
Hubo un tiempo en que en este país luchamos por la libertad, hasta que la palabra se hizo realidad y pasó del deseo al sentimiento, de la reivindicación a la conquista. Hoy en nuestro país esta palabra sigue tan viva como cuando se cantaba aquella ‘libertad, libertad sin ira libertad’.
Con la prohibición de las corridas de toros en Cataluña se ha despertado un sentimiento de defensa de la libertad que parecía adormilado. Se ha escuchado mucho, se ha vuelto a recurrir a la palabra para justificar argumentos en defensa de las corridas de toros.
Pero también la utilizan los que defienden el toro de cuerda, el toro embolado, el toro de fuego o el toro lanceado. Y todos la aderezan con ese término comodín: ‘tradición’. Como si en la tradición pudiera entrar cualquier cosa.
Los pueblos subyugados la reclaman, las personas sometidas en su relación de pareja, también. Tres cuartos de la población mundial no disfrutan de ella, y el resto, mejor que no nos descuidemos.
Sin embargo, existen otros usos interesados. La esgrime quien lanza una guerra sobre un país con la excusa de llevarla a sus habitantes. La vindican los extremistas que siembran terror y violencia. Los terroristas se la ponen en la boca y en los escritos. La reclaman los poderes económicos y financieros para el mercado.
En España la hemos visto 'graficada' encabezando manifestaciones contra el aborto, el terrorismo, contra asignaturas que dicen que adoctrinan o en defensa de la familia. La utiliza la izquierda y la derecha, y la enarbola la COPE para decir ‘somos libres’. Supongo que los demás también lo seremos.
A todo el mundo se le llena la boca con la palabra libertad. Ahora lo que hace falta es que se comprenda el auténtico sentido de esta palabra. A la libertad le han salido muchos defensores, que en otras circunstancias no darían tregua para que muchos la disfrutáramos.
Ésta es la grandeza de una palabra que a todos parece hacer bien, pero que no todos utilizan con franqueza. No obstante, lo bueno de ella es que en cualquiera de sus usos siempre se le sacará brillo, porque su significado, lo que expresa, está por encima de partidismos. Acaso lo que se han abonado recientemente a ella, utilizándola con desparpajo, tal vez se les pegue algo de los sentimientos que encierra y les haga ser mejores personas.
La lucha por la libertad siempre es buena, aun cuando la tengamos conquistada, por todo lo que significa para el espíritu humano y…
“Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.”
Miguel Hernández
Hubo un tiempo en que en este país luchamos por la libertad, hasta que la palabra se hizo realidad y pasó del deseo al sentimiento, de la reivindicación a la conquista. Hoy en nuestro país esta palabra sigue tan viva como cuando se cantaba aquella ‘libertad, libertad sin ira libertad’.
Con la prohibición de las corridas de toros en Cataluña se ha despertado un sentimiento de defensa de la libertad que parecía adormilado. Se ha escuchado mucho, se ha vuelto a recurrir a la palabra para justificar argumentos en defensa de las corridas de toros.
Pero también la utilizan los que defienden el toro de cuerda, el toro embolado, el toro de fuego o el toro lanceado. Y todos la aderezan con ese término comodín: ‘tradición’. Como si en la tradición pudiera entrar cualquier cosa.
Los pueblos subyugados la reclaman, las personas sometidas en su relación de pareja, también. Tres cuartos de la población mundial no disfrutan de ella, y el resto, mejor que no nos descuidemos.
Sin embargo, existen otros usos interesados. La esgrime quien lanza una guerra sobre un país con la excusa de llevarla a sus habitantes. La vindican los extremistas que siembran terror y violencia. Los terroristas se la ponen en la boca y en los escritos. La reclaman los poderes económicos y financieros para el mercado.
En España la hemos visto 'graficada' encabezando manifestaciones contra el aborto, el terrorismo, contra asignaturas que dicen que adoctrinan o en defensa de la familia. La utiliza la izquierda y la derecha, y la enarbola la COPE para decir ‘somos libres’. Supongo que los demás también lo seremos.
A todo el mundo se le llena la boca con la palabra libertad. Ahora lo que hace falta es que se comprenda el auténtico sentido de esta palabra. A la libertad le han salido muchos defensores, que en otras circunstancias no darían tregua para que muchos la disfrutáramos.
Ésta es la grandeza de una palabra que a todos parece hacer bien, pero que no todos utilizan con franqueza. No obstante, lo bueno de ella es que en cualquiera de sus usos siempre se le sacará brillo, porque su significado, lo que expresa, está por encima de partidismos. Acaso lo que se han abonado recientemente a ella, utilizándola con desparpajo, tal vez se les pegue algo de los sentimientos que encierra y les haga ser mejores personas.
La lucha por la libertad siempre es buena, aun cuando la tengamos conquistada, por todo lo que significa para el espíritu humano y…
“Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.”
Miguel Hernández
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