El Congreso de la X Legislatura, salido de las elecciones generales celebradas el día 20N, se ha constituido ya. El ruido de los primeros días sobre quien presidiría la Cámara, la formación de grupos parlamentarios, la presencia de Amaiur o el kit tecnológico que se entregará a cada diputado (móvil iPhone, una tableta iPad, ADSL en su domicilio, etc.) han eclipsado los pronunciamientos de algunos diputados acerca de su renuncia a lo que consideran privilegios.
Es un gesto que hay que valorar. No se va a resolver la crisis con ello, pero es un guiño que viene a reparar, mínimamente (a lo mejor, incluso, ni eso), la imagen pública de los que se decidan a la política a tiempo completo. Un gesto que me hubiera gustado ver no sólo ahora que estamos en crisis, sino cuando no lo estábamos, pero también cuando no lo estemos.
Sea por ética o por estética no queda mal a los ojos de la ciudadanía esto de rechazar algunos de esos considerados privilegios: complementos al sueldo, kit tecnológico, 1.800 euros en dietas o una pensión complementaria. Algunos han llegado a no admitir la conexión ADSL en su domicilio, ni los gastos de alojamiento en Madrid.
Ahora bien, adecentar la vida pública no se consigue con unos cuantos gestos. Queda mucho trabajo por hacer, cuanto antes se inicie, mucho mejor. A ser posible hoy mismo.
Y una de las maneras de dar el primer paso empieza por este rechazo a determinados privilegios, pero sobre todo por el trabajo que habrán de realizar los representantes de la ciudadanía. Para ello es necesario compromiso y lealtad. Eso es lo que debemos pedirles. En política he visto demasiados altos cargos y parlamentarios ocuparse de sobrevivir en su puesto, poniendo en práctica bochornosas actitudes y comportamientos, y dedicarse menos a trabajar en la solución de los problemas de la sociedad.
El sistema de elección en nuestro país viene dado por listas cerradas, donde ya hay quien se encarga de señalar con el dedo divino a los 'elegidos'; pues bien, en estas listas de siete candados se cuelan consentidamente todo tipo de personas: comprometidas, trabajadoras, humildes, con competencia o sin ella, inteligentes y menos inteligentes (aunque quizá algunos sí lo sean para trepar políticamente, que a la postre puede ser una forma de inteligencia), prepotentes, haraganes, indolentes y otros a los que en mi pueblo se les llamaría ‘tragapanes’.
Las listas cerradas es el modo más seguro que tiene un partido político para controlar a su grey parlamentaria. Y salvo excepciones muy excepcionales es así como se funciona y se quiere funcionar.
Es un honor representar a los ciudadanos en el foro de la más alta representación de un país. Por eso y por dignidad, trabajo es lo que hay que exigirles. Con trabajo y dedicación es posible que se hable menos de privilegios,
Es un gesto que hay que valorar. No se va a resolver la crisis con ello, pero es un guiño que viene a reparar, mínimamente (a lo mejor, incluso, ni eso), la imagen pública de los que se decidan a la política a tiempo completo. Un gesto que me hubiera gustado ver no sólo ahora que estamos en crisis, sino cuando no lo estábamos, pero también cuando no lo estemos.
Sea por ética o por estética no queda mal a los ojos de la ciudadanía esto de rechazar algunos de esos considerados privilegios: complementos al sueldo, kit tecnológico, 1.800 euros en dietas o una pensión complementaria. Algunos han llegado a no admitir la conexión ADSL en su domicilio, ni los gastos de alojamiento en Madrid.
Ahora bien, adecentar la vida pública no se consigue con unos cuantos gestos. Queda mucho trabajo por hacer, cuanto antes se inicie, mucho mejor. A ser posible hoy mismo.
Y una de las maneras de dar el primer paso empieza por este rechazo a determinados privilegios, pero sobre todo por el trabajo que habrán de realizar los representantes de la ciudadanía. Para ello es necesario compromiso y lealtad. Eso es lo que debemos pedirles. En política he visto demasiados altos cargos y parlamentarios ocuparse de sobrevivir en su puesto, poniendo en práctica bochornosas actitudes y comportamientos, y dedicarse menos a trabajar en la solución de los problemas de la sociedad.
El sistema de elección en nuestro país viene dado por listas cerradas, donde ya hay quien se encarga de señalar con el dedo divino a los 'elegidos'; pues bien, en estas listas de siete candados se cuelan consentidamente todo tipo de personas: comprometidas, trabajadoras, humildes, con competencia o sin ella, inteligentes y menos inteligentes (aunque quizá algunos sí lo sean para trepar políticamente, que a la postre puede ser una forma de inteligencia), prepotentes, haraganes, indolentes y otros a los que en mi pueblo se les llamaría ‘tragapanes’.
Las listas cerradas es el modo más seguro que tiene un partido político para controlar a su grey parlamentaria. Y salvo excepciones muy excepcionales es así como se funciona y se quiere funcionar.
Es un honor representar a los ciudadanos en el foro de la más alta representación de un país. Por eso y por dignidad, trabajo es lo que hay que exigirles. Con trabajo y dedicación es posible que se hable menos de privilegios,
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