miércoles, 17 de octubre de 2012

MIEDO A LA EDUCACIÓN

He mirado esta mañana el rostro entre expectante y sorprendido de los alumnos de Secundaria que debatían sumarse a la huelga a favor de una educación pública sin recortes. Y me he acordado de cuando forjábamos nuestras primeras huelgas en la Universidad un año después de que muriera Franco. Y ahora medito que entre aquellos tiempos y estos otros han pasado muchas cosas, tantas que son inabarcables aunque estemos muchas horas recordándolas. Pero hay una que no se me olvida, y es con qué fuerza y decisión uno apostaba por forjar a sí mismo su propia personalidad y tener claro que tenía que pensar por sí mismo lejos de consignas y vagas directrices, que sólo tenía que conocer y estar bien informado para luego decidir lo que pensaba y los pasos que habría de dar.

Hace unos días nos ‘sorprendió’ la noticia de la niña pakistaní Malala Yousafzai a la que unos talibanes habían tiroteado porque iba a la escuela. Una manera de mostrar su tenebroso desacuerdo, no ya sólo infame sino cruel y cobarde. Esta acción demuestra que la educación y la cultura de una persona son para algunos sinónimo de miedo, y que mantener en la ignorancia a una persona o a un pueblo es el modo más sencillo de dominarlo.

Alrededor de nuestra escuela se ha instalado, si cabe últimamente más, la convulsión social. Desde el sentimiento nacionalista-independentista de algunos territorios que la miran como el lugar donde sembrar la semilla a su causa, como desde el sentimiento nacionalista-centralista que ve la educación como un buen instrumento de propaganda, y así el ministro Wert (¡qué penosa la deriva que ha cogido este hombre en su gestión como ministro!) ha hablado de españolizar los niños catalanes. Y es que todos pretenden atizar en la escuela ideas, pensamientos y maniobras interesadas que modelen la mente de los jóvenes a su favor.

Pretender utilizar la escuela no para educar sino para manipular la mente de los individuos, a veces con fines tan interesados que alcanzan la espuria, es tener miedo a la educación y a la cultura. Pretender utilizar la educación para imponer una determinada visión de la Historia, ya sea con deseos de construcción nacional , ya sea con intención de tergiversarla, es más que una mezquindad, es parte de la miseria humana. Pretender manipular la educación para adoctrinar demuestra el terror a contar con ciudadanos cultos y formados, y a que el individuo sea libre y piense por sí mismo. Y ahora digo yo a todos los que en estos días se mueven rondando a la educación, que no son precisamente los que trabajan cada día a pie de obra: ‘quien esté libre de pecado que tire la primera piedra’.

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