Cambio es una palabra muy socorrida en política. Cuando se utiliza tanto será porque los grandes estrategas y diseñadores de eslóganes políticos la tienen en buena estima. Pues bien, aquí también vamos a recurrir a ella, aunque me reserve opiniones respecto al uso (abuso, diría) del término.
El PSOE ha entregado el poder a la derecha en España. Los resultados de las elecciones del 20-N así lo constatan. Más de cuatro millones de votantes han dejado de votar al partido socialista.
Es lo que se preveía después de una cadena de decisiones de gobierno poco meditadas y, otras, no menos acertadas en el ámbito del funcionamiento interno del partido. No es ventajista, mis labios están marcados por la mordedura de los dientes de tanto callar. Demasiada deriva política en el ejercicio del poder. Y nefasta gestión de los tiempos de cara a las elecciones. Hace meses se tenía que haber producido ese cambio en la Secretaría General que ahora se pospone para febrero de 2012, mal momento con las elecciones andaluzas a la vuelta de la esquina. Grave error de estrategia.
En España hacemos política decimonónica para ciudadanos del siglo XXI. En el siglo XIX la sociedad española era analfabeta en un porcentaje del 80 %, había muchas carencias intelectuales y de trasvase de información, obviamente hoy esto ha cambiado: mayor instrucción, capacidad para enjuiciar y opinar, sentido crítico. Es así como los ciudadanos demandan mayor participación en los asuntos sociales y políticos que les conciernen, se quieren sentir más protagonistas, a pesar del grado de manipulación que les sobrevuela. Ahora la política y los políticos no están para resolverles los problemas sin más, sino para acompañarlos en la resolución de sus problemas.
La sensación que se tiene es que desde hace tiempo el partido socialista necesita una transformación (hay quien habla de refundación). Quizá ahora sea el momento de ese cambio, pero un cambio tanto de personas como de ideas. Cambio de personas en la organización federal y en las organizaciones autonómicas y locales. Cambio de ideas para hacerlo un partido adaptado a los nuevos tiempos. No vale sólo el cambio de personas si no se cambian las ideas. Como tampoco cambiarán las ideas con los mismos dirigentes.
El PSOE tiene que empezar por trasladar a la sociedad un mensaje nuevo. Un mensaje que habrá de venir determinado, en primer lugar, a través de gestos relevantes. Entre ellos, más decencia, algo que la ciudadanía realmente perciba y palpe: la política no es una oficina de colocación para los 'allegados'. La moral y la ética públicas deben estar presentes a través de modos y conductas que sean ejemplo para la ciudadanía, nada de excesos y ostentaciones, estar más cerca de la vida civil. En ello el partido socialista tiene que ser modélico.
En segundo lugar, configurar un partido para el siglo XXI, donde tanto las listas abiertas como la limitación de mandatos sean dos objetivos. La ciudadanía tiene que verle la cara a quien le vota, pedirle cuentas si es necesario, votándolo o rechazándolo. Hay que dignificar la política con mandatos limitados, donde el político no se perpetúe, donde se produzca una necesaria permeabilidad entre la vida política y la vida social. Volver a la actividad profesional después de haber ejercido un cargo público es aconsejable para la buena salud democrática del país y del individuo. Fundamentalmente por dos razones: primero, por no perder el contacto con la realidad y la sociedad, que se pierde con tanta facilidad; segundo, demostrar que la política se hace como un auténtico ejercicio de servicio público y no como una plataforma la que algunos se aferran.
¿Y las primarias?, las primarias son uno de los grandes valores que posee el partido socialista y, sin embargo, ha sido tergiversado su sentido en los últimos tiempos. Los mensajes confusos se han prodigado, en unos sitios eran símbolo y ejemplo de democracia de partido; en otros, un obstáculo, un mal trance que ponía en cuestión al partido. Esto último se llama miedo a la democracia y esa fue la contradicción que se vivió en las elecciones autonómicas y municipales de mayo. La ciudadanía, entre tanto, más que confusa, perpleja. El PSOE tiene que mantener ese espíritu transformador de la sociedad, el mismo que le ha hecho ser un motor de cambio histórico. Y los cambios en el funcionamiento interno y de la política en general son los que tocan ahora.
Hay dirigentes que ya han agotado todo su crédito. Los que han llevado al fracaso al partido socialista en las dos últimas citas electorales no pueden liderar ahora la renovación ni el cambio. Dejémonos ya de santos ‘barones’, y más presencia de la militancia en la toma de decisiones. Cuidado con las manipulaciones o dejar la poltrona al heredero o heredera. Es preciso acabar con cualquier atisbo de oligarquía en el partido socialista. Que nadie venga ahora a tutelar cambios de dirigentes, la palabra la tiene que tener la militancia. El partido socialista tiene que estar en otra onda distinta a los demás partidos, debe ser un partido del siglo XXI, donde el calado de la democracia interna sea un valor a transmitir con una notable presencia y desarrollo práctico.
Es el momento del cambio, pero de cambiar de verdad, no con fuegos artificiales como gusta a los que hacen estallar los que a toda costa pretenden mantenerse en el poder. Es el momento de una reflexión profunda.
Una mirada a las dos entradas de este blog (5 y 13 de septiembre) referidas a la socialdemocracia pueden aclarar algunas ideas más.
Por cierto, a Rubalcaba habría que levantarle un monumento en el partido socialista por el ‘marrón’ que ha tenido que tragarse cuando los que tenían que haber dado la cara se han escondido.
El PSOE ha entregado el poder a la derecha en España. Los resultados de las elecciones del 20-N así lo constatan. Más de cuatro millones de votantes han dejado de votar al partido socialista.
Es lo que se preveía después de una cadena de decisiones de gobierno poco meditadas y, otras, no menos acertadas en el ámbito del funcionamiento interno del partido. No es ventajista, mis labios están marcados por la mordedura de los dientes de tanto callar. Demasiada deriva política en el ejercicio del poder. Y nefasta gestión de los tiempos de cara a las elecciones. Hace meses se tenía que haber producido ese cambio en la Secretaría General que ahora se pospone para febrero de 2012, mal momento con las elecciones andaluzas a la vuelta de la esquina. Grave error de estrategia.
En España hacemos política decimonónica para ciudadanos del siglo XXI. En el siglo XIX la sociedad española era analfabeta en un porcentaje del 80 %, había muchas carencias intelectuales y de trasvase de información, obviamente hoy esto ha cambiado: mayor instrucción, capacidad para enjuiciar y opinar, sentido crítico. Es así como los ciudadanos demandan mayor participación en los asuntos sociales y políticos que les conciernen, se quieren sentir más protagonistas, a pesar del grado de manipulación que les sobrevuela. Ahora la política y los políticos no están para resolverles los problemas sin más, sino para acompañarlos en la resolución de sus problemas.
La sensación que se tiene es que desde hace tiempo el partido socialista necesita una transformación (hay quien habla de refundación). Quizá ahora sea el momento de ese cambio, pero un cambio tanto de personas como de ideas. Cambio de personas en la organización federal y en las organizaciones autonómicas y locales. Cambio de ideas para hacerlo un partido adaptado a los nuevos tiempos. No vale sólo el cambio de personas si no se cambian las ideas. Como tampoco cambiarán las ideas con los mismos dirigentes.
El PSOE tiene que empezar por trasladar a la sociedad un mensaje nuevo. Un mensaje que habrá de venir determinado, en primer lugar, a través de gestos relevantes. Entre ellos, más decencia, algo que la ciudadanía realmente perciba y palpe: la política no es una oficina de colocación para los 'allegados'. La moral y la ética públicas deben estar presentes a través de modos y conductas que sean ejemplo para la ciudadanía, nada de excesos y ostentaciones, estar más cerca de la vida civil. En ello el partido socialista tiene que ser modélico.
En segundo lugar, configurar un partido para el siglo XXI, donde tanto las listas abiertas como la limitación de mandatos sean dos objetivos. La ciudadanía tiene que verle la cara a quien le vota, pedirle cuentas si es necesario, votándolo o rechazándolo. Hay que dignificar la política con mandatos limitados, donde el político no se perpetúe, donde se produzca una necesaria permeabilidad entre la vida política y la vida social. Volver a la actividad profesional después de haber ejercido un cargo público es aconsejable para la buena salud democrática del país y del individuo. Fundamentalmente por dos razones: primero, por no perder el contacto con la realidad y la sociedad, que se pierde con tanta facilidad; segundo, demostrar que la política se hace como un auténtico ejercicio de servicio público y no como una plataforma la que algunos se aferran.
¿Y las primarias?, las primarias son uno de los grandes valores que posee el partido socialista y, sin embargo, ha sido tergiversado su sentido en los últimos tiempos. Los mensajes confusos se han prodigado, en unos sitios eran símbolo y ejemplo de democracia de partido; en otros, un obstáculo, un mal trance que ponía en cuestión al partido. Esto último se llama miedo a la democracia y esa fue la contradicción que se vivió en las elecciones autonómicas y municipales de mayo. La ciudadanía, entre tanto, más que confusa, perpleja. El PSOE tiene que mantener ese espíritu transformador de la sociedad, el mismo que le ha hecho ser un motor de cambio histórico. Y los cambios en el funcionamiento interno y de la política en general son los que tocan ahora.
Hay dirigentes que ya han agotado todo su crédito. Los que han llevado al fracaso al partido socialista en las dos últimas citas electorales no pueden liderar ahora la renovación ni el cambio. Dejémonos ya de santos ‘barones’, y más presencia de la militancia en la toma de decisiones. Cuidado con las manipulaciones o dejar la poltrona al heredero o heredera. Es preciso acabar con cualquier atisbo de oligarquía en el partido socialista. Que nadie venga ahora a tutelar cambios de dirigentes, la palabra la tiene que tener la militancia. El partido socialista tiene que estar en otra onda distinta a los demás partidos, debe ser un partido del siglo XXI, donde el calado de la democracia interna sea un valor a transmitir con una notable presencia y desarrollo práctico.
Es el momento del cambio, pero de cambiar de verdad, no con fuegos artificiales como gusta a los que hacen estallar los que a toda costa pretenden mantenerse en el poder. Es el momento de una reflexión profunda.
Una mirada a las dos entradas de este blog (5 y 13 de septiembre) referidas a la socialdemocracia pueden aclarar algunas ideas más.
Por cierto, a Rubalcaba habría que levantarle un monumento en el partido socialista por el ‘marrón’ que ha tenido que tragarse cuando los que tenían que haber dado la cara se han escondido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario