Ahora que vivimos esta época de precariedad y recorte
presupuestario, me acuerdo de cuando había dinero para todo. Hablamos de hace
poco más de cinco años, creo que todos nos acordamos bien. Entonces éramos tan
inocentes que creíamos ser ricos, o al menos eso es lo que nos hacían creer, y pensábamos
que el dinero era ilimitado. No caíamos en la cuenta de que los que daban
rienda suelta a nuestras ‘alegrías monetarias’ podrían un día alarmarse y decir
que gastábamos demasiado. Pues eso es lo que ahora está ocurriendo: aquellos
que abrían la mano para que nos sintiéramos potentados hoy la cierran para que
nos sintamos menesterosos.
Era un tiempo en que abundaba poco el sentido común, y sí mucho
el desatino. Con escaso criterio y mucha temeridad los ayuntamientos gastaban a
manos llenas (y no es que un ayuntamiento no deba gastar el dinero en las
necesidades de su municipio), y lo hacían tanto alcaldes de derechas como de
izquierdas. La estulticia no es patrimonio de ninguna ideología. Cada pueblo
quería tener su piscina cubierta climatizada, sus pistas de pádel y, ya puestos,
su campo de golf, aunque los separase una calle y los habitantes de uno y otro
pueblo pudieran compartir equipamientos. Hoy, sin embargo, no hay dinero para
mantener las piscinas climatizadas, los campos de golf y, lo peor, muchos de los
servicios básicos de la comunidad, que se mantienen a duras penas.
Desde que el hombre inventó que la mejor manera de dominar y
someter al vecino era controlar y limitar sus posibilidades de supervivencia,
este mundo funciona así. El mejor ejemplo: los bancos, la sede el poder financiero.
Hubo una vez en que a todos nos convirtieron en clientes preferenciales y nos
daban dinero sin muchas exigencias. Hoy hemos perdido ese estatus arrastrados
por el mismo viento que ha hecho desaparecer el dinero que antes tanto abundaba.
Por el momento, y dada la pusilanimidad del poder político, seguimos
en manos de los que aprietan y aflojan a su voluntad la garganta de nuestra supervivencia.
La esperanza de supervivencia del farmacéutico griego jubilado que se pegó un
tiro frente al Parlamento de su país fue aniquilada por estos mismos. Al menos que nos quede lo que se dijo en su funeral: ¡Pueblo, adelante, no
bajes la cabeza, la única respuesta es la resistencia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario