sábado, 26 de agosto de 2017

PODEMOS: EL HIJO REBELDE DEL PSOE*

Este verano lo estoy colmando de paseos por el sendero de Pinos Genil a Cenes. No porque tenga mi agenda repleta de planes de senderismo, sino porque mi médico se ha empeñado en mandarme a pasear, que no a paseo. Cuando uno camina en solitario tiene mucho tiempo para pensar. No lo saben ustedes bien, o a lo mejor sí lo saben. Y entre lo que me ha dado por pensar está eso de qué pinta Podemos en el panorama político, tan errático como se le ve, y lo de su vinculación con el PSOE.
Desde que irrumpió Podemos en la política, un sector elitista del PSOE, como justificación a la pérdida de varios millones de votos, construyó un relato insidioso hacia el inesperado enemigo. Por un instante, producto del aturdimiento, dejó a un lado al PP, tradicional objeto de la crítica discursiva. Ese mismo PP al que le unía un antagonismo consentido: el perfecto ‘alter ego’ con el que sostener el cómodo turnismo que parecía consolidado. Desprestigiando a Podemos, creyeron que recuperarían a los votantes emigrados. Pero eso no ocurrió en las siguientes elecciones, ni en las otras… ni en ninguna de las celebradas. Entre tanto, el PP, atestado de corrupción, seguía ganando elecciones.
En esta tesitura, las Primarias de mayo provocaron la irrupción de un discurso alternativo, alejado del pragmatismo de adaptación al sistema y revelador de una realidad: Podemos estaba ahí y era susceptible de alianza. Flagrante choque contra casi todos los barones territoriales, posicionados en el lado pragmático. Sin embargo, no hace tanto se firmó un pacto de Gobierno con Podemos en Castilla la Mancha. ¡Quién lo diría!, el ínclito García-Page poniendo la primera piedra para traicionar el discurso de la élite del golpe de mano del Comité Federal de primero de octubre, aunque proclamando que el modelo manchego no es exportable. Cosas de la política. Cuando hay intereses de poder, no hay enemigo malo.
Es la misma élite que mostró su incapacidad para detener la hemorragia de votos hacia Podemos, que no para seguir aupados en responsabilidades orgánicas y/o públicas. Por culpa de ellos el PSOE cayó estrepitosamente. Se hicieron los despistados y buscaron culpables fuera, construyendo una imagen alejada de un partido de izquierdas, la que tanto detestaban los que después darían la espalda al PSOE.
Estos dirigentes ‘crearon’, con su torpeza, el ‘monstruo’ de Podemos ‘versión española’, ese que luego denostarían a través de cortinas de humo bolivarianas para salvar su posición. Por un momento al PSOE le pasó lo mismo que al padre que le sale un hijo rebelde, o a la familia ultrareligiosa que tiene un niño ateo o a la de derechas un vástago comunista. Al PSOE le salieron rebeldes podemitas.
Podemos ‘versión española’ es la consecuencia de tantos errores gestados en los años finales del gobierno de Zapatero y de su deficiente gestión de la crisis económica, pero también de la falta de reacción posterior. Cundió el desaliento general, la desesperación y el asombro, y surgió una de población frustrada frente a las arremetidas de la crisis (desempleo, desahucios, recortes en servicios sociales, sanitarios y educativos, pérdida de poder adquisitivo…). Fue cuando se desveló que la política estaba alejada de la gente, que la ‘España rica’ era una entelequia, que vivíamos en una opulencia ficticia, que la corrupción vagaba por todos los rincones, que la moral y la ética públicas hacía tiempo que habían desaparecido, y que unos cuantos fabricaron una democracia a su medida para mantenerse en el poder. En definitiva, la ciudadanía ‘adormecida’ abrió los ojos a una realidad ‘desconocida’ y se indignó.
En estas circunstancias se fraguó el lanzamiento de Podemos, aprovechando tanto malestar, y atrajo votantes, sobre todo socialistas, con un discurso nuevo y esperanzador. De esa huida fueron responsables líderes nacionales, regionales y provinciales. Sin su inoperancia, el círculo de Pablo Iglesias no hubiera tenido el crecimiento que alcanzó en las elecciones generales de 2015 y el PSOE no se hubiera descalabrado de ese modo. Cataclismo que no se arreglaba llamando Pablo Manuel a Pablo Iglesias, ni utilizando descalificaciones bolivarianas, ni bravatas mitineras.
La recuperación y el cambio en el PSOE no la van a llevar a cabo los mismos que lo gobernaron y hundieron en los últimos ocho años. Esos que se creen élite con derecho a ocupar perennemente cargos en empresas públicas, agencias públicas y otros emporios, lo que tanto irrita a la ciudadanía. Esos que sienten pavor de volver a su actividad profesional y a la militancia de base sin cargos, ‘desnaturalizadores’ del PSOE. La imagen pública del PSOE se restablecerá con personas que no lo lastren con su pasado. Eso que dicen: “aquí no sobra nadie”, es una falacia ideada para mantenerse; es un artificio verbal para no pagar precio alguno por sus torpezas. En el PSOE, para ellos, sobran todos los que tienen criterio y creen que pueden hacerle sombra. No se trata de podemizar el PSOE, se trata de volver a su esencia, pero de verdad, sin aprovechados que apelen a las prebendas, para que inspire la confianza suficiente para que vuelvan los millones de votantes perdidos.
Tras el cese como presidente del Consejo Escolar de Andalucía pronuncié unas palabras públicas de despedida, con esta reflexión: “lo necesario que era en política volver a contactar con la realidad y reciclarse socialmente”. Entonces un importante cargo orgánico provincial me dijo: “Antonio, ahora a reciclarse”. Nueve años ya. Yo he ejercido mi profesión, orgulloso; él ha pasado de cargo en cargo. ¿Acaso derecho vitalicio?
Mi distanciamiento del PSOE, que no del pensamiento socialista, me permite ser un observador imparcial. Cuando terminé mi etapa política (a lo que algunos me empujaron diplomáticamente), me fui a mi casa, a mi trabajo y a mis escritos, no a otro partido, ni ideología que no fuera la socialista.
 *Artículo publicado en el periódico Ideal de Granada, 25/8/2017

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